Hubo una vez un limosnero que estaba tendido al lado de la calle. Vio a lo lejos venir al rey con su corona y capa.
- "Le voy a pedir, de seguro me dará bastante", pensó el limosnero. Y cuando el rey pasó cerca le dijo:
- "Su majestad, ¿me podría por favor regalar una moneda?". Aunque en su interior pensaba que el rey le iba a dar mucho.
El rey le miró y le dijo:
- "¿Por qué no me das algo tú? ¿Acaso no soy yo tu rey?"
El mendigo no sabía qué responderle y dijo:
- "Pero majestad... ¡yo no tengo nada!"
El rey respondió:
- "Algo debes de tener... ¡busca!"
Entre su asombro y enojo, el mendigo buscó entre sus cosas y supo que tenía una naranja, un bollo de pan y unos granos de arroz. Pensó que el pan y la naranja eran mucho para darle, así que en medio de su enojo tomó 5 granos de arroz y se los dió al rey.
Complacido el rey dijo:
- "¿Ves como sí tenías?" Y le dio 5 monedas de oro, una por cada grano de arroz.
El mendigo dijo entonces:
- "Su majestad... creo que acá tengo otras cosas"
Pero el rey no hizo caso y dijo:
- "Solamente de lo que me has dado de corazón te puedo yo dar".
No nos neguemos a dar a Dios lo que nos pide, pues recibiremos a cambio cien veces más
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