"He renovado y reafirmado mis ganas de seguir a Jesús, de amar a mis enemigos, de querer al prójimo, de sporortar cualquier adversidad."
Se ha acabado esta semana, se han acabado las JMJ y aún no puedo reaacionar de todo lo que he vivido. Esperé a que llegaran las jornadas sin demasiada ilusión, sin saber muy bien qué ocurriría, pero ahora, cuando han concluído, pienso que ha sido una de las mejores semanas de mi vida o quizá la mejor.
He conocido a gente de todos los países y culturas, gente que me ha emocionado con sus experiencias de vida, que me han contado cómo dedican su vida y sus esfuerzos a los demás, que me han animado a seguir el mensaje de Jesús de servir sin esperar a ser servido. He conversado con ellos, he intercambiado opiniones y puntos de vista sobre la Iglesia, la religión y la sociedad.
He visto abrazarse a chicos de Irak con chicos de Estados Unidos, y fotografiarse a grupos de jóvenes uniendo las banderas de países que en un pasado e incluso en la actualidad se encuentran en conflicto. Me he dado la mano para rezar con jóvenes de incontables nacionalidades diferentes. He intercambiado regalos, he intercambiado banderas, pulseras, chapas, sonrisas. He aprendido a decir "amor" y "gracias" en muchos idiomas. He disfrutado y agradecido los "free hugs" que asomaban por todas partes. Me he sentido parte de una familia de dos millones de personas, conversando con cualquiera de ellos en cualquier momento y lugar sin importar el idioma.
He bailado una danza africana, cinco minutos más tarde me he intentado mover al ritmo de unos brasileños y poco rato después he bailado unas sevillanas con unos italianos. He ido a un partido de fútbol en el que todo el estadio gritaba los mismos cánticos y celebraba los goles de ambos equipos.
He vivido el privilegio de recibir un gran aplauso de la policía gracias a nuestro comportamiento ejemplar y responder con otro aplauso por su amabilidad y su atención (He aprendido que un policía no se enfada si le echas agua con un spray en la cara sin avisar). He recibido cientos de halagos por parte de camareros, de conductores de autobús (agradecimiento eterno a la EMT y en general a todo el consorcio de transportes por no perder jamás su sonrisa y hasta cantar con nosotros), de vigilantes y de un largo etcétera, asombrados de que tantos cientos de miles de personas pudiésemos movernos de un lado a otro con tranquilidad y obedeciendo cualquier indicación a la primera.
He renovado y reafirmado mis ganas de querer dar todo a los demás, de querer hacer todo lo que esté en mi mano para hacer el mundo un lugar más justo. He renovado y reafirmado mis ganas de seguir a Jesús, de amar a mis enemigos, de querer al prójimo, de sporortar cualquier adversidad. He encontrado grandes ejemplos y testimonios de personas que me han dicho que no tema.
He llorado, he reído, temblado, sudado, me he empapado... he cantado hasta quedarme afónica, he bailado hasta no poder más. He gritado, he hecho largos ratos de silencio multitudinario.
He formado parte de las fiesta más multitudinaria de la historia de España durante una semana y todo gracias a una cosa, nuestra fe.
No puedo de dar las gracias a los ciudadanos que desinteresadamente nos echaban agua desde sus balcones, a los conserjes que sacaban las mangueras de sus urbanizaciones para refrescarnos y alos que nos tiraban hasta galletas de chocolate para hacernos más dulce el camino a Cuatro Vientos. Gracias, gracias y mil gracias a toda la gente, decenas y decenas, que nos paraban por la calle par darnos las gracias por nuestra alegría, para alabar la labor de los voluntarios y para contarnos lo maravillados que estaban por vivir esto en Madrid, para telatarnos lo que más les estaba gustando y hacernos muchas preguntas curiosas.
Gracias a los ciudadanos que han soportado los cortes de tráfico y molestias que supone cualquier concentración de estas dimensiones. A los que nos miraban encantados y a los que nos delataban con su mirada que ya empezaban a estar hartos, pero aún así empleaban la lógica y comprendían, aguantaban y respetaban. Gracias especialmente a los ciudadanos no católicos que haciendo gala de su humanidad y su ciudadanía comprendían que toda movilización pacífica, sea de la religión o ideología que sea, sea para demostrar el orgullo gay, el orgullo cristiano o cualquier otro orgullo, deber ser asumida y respetada.
Gracias a los voluntarios, por echarnos una mano sin necesidad de pedirla, por llenarme de caramelos y zumos cada vez que hacía un pequeño gesto de cansancio o mareo.
Gracias a mis amigos, a los que he hecho esta semana y a los de toda la vida. Gracias a mi familia y también a mi Familia Trinitaria. Ha sido un placer descubrir que el carisma trinitario se extiende por África, Perú, Francia, Colombia, China, México, la India y mcuhos lugares más. Hemos compartido momentos de todo tipo, incluidos inolvidables desfiles de pijamas.
En breve iniciaremos los preparativos para la siguiente.
¡¡Nos vemos en Río de Janeiro 2013!!
Verónica Martínez Laserna, Trinitarias de Alcorcón, Madrid
