martes, 12 de abril de 2011

Pasión de libertad

La hora de la verdad

Debíamos serenar las emociones, pues las vivencias últimas habían sido muy intensas. Lo mismo que cuando las aguas están agitadas necesitan tiempo de reposo para que se vea con claridad, así necesitábamos silenciar nuestro espíritu para poder ver a quien habita en nuestros corazones.

Cuando un alma está abrasada en el amor divino, hace partícipes a los demás y permite el Señor que se olviden los temores de la tierra, esperándolo todo del cielo... Por eso tratábamos de cerrar los oídos a las opiniones pesimistas que de locas nos tildaban, y no hacer caso a los malos augurios.

También hubo conmovedoras voces que nos apoyaban: "Si pudiéramos leer en el fondo de los corazones, veríamos el mismo entusiasmo, las mismas aspiraciones, la misma pasión, el mismo amor de su divino Maestro, por el que estaban dispuestas a vivir en la pobreza y el desprecio si es menester...".

En silencio considerábamos que ésta era la hora de la verdad, cuando los sueños dejan de serlo, las promesas se desvanecen porque puedes tocarlas, y la realidad se impone sobre la utopía. ¿En qué parará todo? ¡Sólo Dios lo sabe! No tenemos otra defensa

Pasión de libertad. Memorias de Mariana Allsopp

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