lunes, 3 de enero de 2011

Epifanía del Señor. Los Reyes Magos

Mucho se ha escrito y hablado de los Reyes Magos, y grande es la tradición cristiana, al menos en nuestra tierra, de la venida de los Reyes Magos, una fiesta singular y entrañable, un día cargado de alegría y de ilusión, una verdadera manifestación de Dios a los hombres, como es verdaderamente la fiesta litúrgica que celebramos en ese Día: la Epifanía del Señor.

La escena tan popular de los Magos de Oriente, de Mateo 2, 1-12, que leemos en esta fiesta de la Epifanía, ha dado pie a múltiples tradiciones, que no deben hacernos olvidar cuál es el mensaje que el evangelio quiere transmitirnos.

Los evangelistas de la infancia de Jesús (que se encuentran en los dos primeros capítulos de Mateo y Lucas) son las últimas páginas evangélicas que se escribieron, y no pretenden narrar hechos históricos en el sentido científico de la palabra, sino que, a través de unas bellas escenas situadas en torno al nacimiento de Jesús, nos quieren explicar quién es ese niño que viene al mundo, y cuál será el sentido de su vida.

En la escena que comentamos, el evangelio nos habla de unos magos de tierras lejanas (que no significan unas personas que hacían magia, sino unos sabios paganos que buscaban presagios escrutando los astros), que descubren una estrella sorprendente (que tiene un sentido simbólico: en la Biblia el Mesías a veces era representado como una estrella que se levanta en el horizonte: Num. 24, 17), y deciden dejarlo todo para buscar esa luz anunciada. Todo un signo: los paganos de buena fe buscan al Mesías, mientras que, cuando llegan a Jerusalén, los dirigentes judíos no muestran ningún interés. Los sabios o magos finalmente encuentran aquel niño, se llenan de gran alegría, lo adoran como salvador, y le ofrecen regalos propios de un rey.

La tradición ha ampliado el relato: como le hacen tres regalos, ha deducido que eran tres los personajes, y además les ha puesto nombres. Y, con gran intuición, ha imaginado que eran de tres razas distintas, representando a toda la humanidad, porque toda la humanidad está llamada a la luz del Evangelio. Y los tres regalos definen al Niño, oro como rey, incienso como Dios y mirra porque como hombre morirá.

(Hoja Informativa Parroquial Mártires, mes enero 2011, año VI, nº1)

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